Trastornos frecuentes en la edad adulta
Existen una serie de problemas vinculados principalmente a la edad adulta. Estableciendo una distinción muy de “andar por casa” podríamos establecer una primera diferenciación entre problemas considerados “comunes” o ligados de forma implícita a las circunstancias de la vida (pérdida de empleo, ruptura de pareja, fallecimiento de un ser querido, diagnóstico de una enfermedad, accidente de tráfico, asumir excesivas responsabilidades familiares/laborales, etc.) y otro tipo de problemas, mejor denominados “trastornos”, cuya connotación clínica indica ya su carácter patológico.
Respecto a los primeros, y pese a no ser infrecuentes, éstos pueden exceder nuestra capacidad para hacerles frente, bien por su intensidad puntual, bien por su mantenimiento en el tiempo o cronicidad. Del mismo modo es necesario determinar el resultado del balance (positivo o negativo) del binomio planteado entre recursos personales y demandas situacionales para una adecuada valoración.
Esta serie de situaciones vivenciadas como problemas altera nuestra estabilidad emocional (generando sentimientos persistentes de angustia, tristeza, soledad, impotencia, rabia, inseguridad, indecisión, miedo, etc.), condiciona nuestros pensamientos (interpretaciones erróneas, distorsiones cognitivas, pensamientos automáticos, creencias irracionales, visión catastrofista, juicios de valor negativos sobre nosotros mismos, etc.) y modifica nuestro comportamiento (patrones disfuncionales, conductas defensivas, de seguridad, hábitos nocivos/adictivos, etc.). En estos casos se recomienda tratamiento psicológico.
Por otro lado encontramos problemas ya formados o “trastornos” que responden a un conjunto de síntomas concurrentes en tiempo y forma, y que son característicos de un cuadro psicopatológico determinado. Aquí el tratamiento psicológico suele ser una necesidad más que una recomendación. La premura con la que se detecte cobra gran importancia pues el paso del tiempo suele provocar un agravamiento de la sintomatología y una mayor dificultad para la completa recuperación de la persona.
La variabilidad de trastornos es muy amplia, la etiología o factor causal es heterogénea y el continuo de gravedad puede oscilar desde intensidades leves y poco incapacitantes a otras mayores donde la alteración limita seriamente la salud mental de la persona pudiendo llegar a comprometer y poner en riesgo su vida.
En algunos trastornos se requiere la intervención de otros especialistas (neurólogos, psiquiatras, etc.) para realizar de forma conjunta un abordaje multidisciplinar del caso.
Dejando a un lado esta distinción más ilustrativa que real en la práctica, los motivos más comunes de consulta que requieren intervención en la edad adulta son los siguientes: depresión (trastorno depresivo mayor, distimia), ansiedad (fobias específicas, ansiedad social, ansiedad generalizada), cuadros mixtos (ansiedad-depresión), trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia nerviosa, bulimia nerviosa), trastornos relacionados con sustancias (alcohol, estimulantes, ansiolíticos…etc.), trastorno del sueño-vigilia (insomnio), disfunciones sexuales, problemas de pareja, baja autoestima, soledad, falta de habilidades sociales, problema de toma de decisiones, trastornos psicosomáticos y trastornos de personalidad.