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DEBERES ESCOLARES, ¿SÍ O NO?.

Entrevista a Inés González Carballo, Psicóloga Clínica y Sanitaria, para Informativos de Radio Televisión Castilla y León (rtvcyl).

¿Qué está pasando con los deberes escolares?

Un estudio llevado a cabo por la OMS (Organización Mundial de la Salud) y publicado recientemente en nuestro país, deja constancia manifiesta de la elevada presión que sienten los niños/as por los deberes.

En España sube el ranking conforme aumenta la edad, siendo el punto de mayor auge entre los 11 y los 15 años, llegando a ocupar la cuarta posición a nivel mundial.

Es reseñable también como al llegar la pubertad aumenta la preocupación académica fundamentalmente en las chicas (produciéndose una inversión de tendencia, ya que hasta esa etapa evolutiva hay una mayor preocupación en chicos) aunque, para ambos sexos, las puntuaciones son igualmente altas y, frente a sus respectivas medias se encuentran a 20 puntos porcentuales por encima de ellas.


¿Cuestión de salud?

Es incuestionable la manera en la que la sobrecarga excesiva de deberes afecta a la salud de los alumnos. Los niños dejan de ser niños y se ven obligados a convertirse en adultos de manera anticipada ya que prescinden tanto del juego como del ocio familiar (algo fundamental para su desarrollo en esa etapa de la vida) y están sometidos a una tensión propia de adultos. Esto provoca, entre otros factores, que las patologías infantiles tengan también una similitud con las adultas ya que comparten factores predisponentes y se desencadenan trastornos psicosomáticos (cefaleas tensionales, molestias gástricas, dolores musculares, mareos, etc.), así como trastornos de ansiedad (generalizada, fóbica, hiperactiva, etc.), trastornos del estado de ánimo (depresión o distimias infantiles, etc.) y la lista podría seguir, es larga…


¿Repercusiones psicológicas?

El número de horas que los niños/as invierten en sus tareas escolares no les deja tiempo libre para para relacionarse con otros amigos y formarse como personas de una manera integral (incorporando aspectos que se encuentran al margen de contenidos teóricos). Esto provoca desmotivación ya que viven en un mundo de continua exigencia y casi nula diversión, donde dicha diversión queda idealizada y postergada a la finalización de las actividades diarias, algo utópico ya que cuando finalizan todas las tareas su estado de agotamiento es tal que no resulta viable incorporar tiempo de ocio, más bien necesitan tiempo de cama. Sin alicientes ni incentivos al margen del colegio un niño se desmotiva, no rinde, disminuye su capacidad de aprendizaje y, por lo tanto, se encuentra más cerca del fracaso académico.


¿Deberes sí o deberes no?

La polémica de los deberes no es algo reciente, su trayectoria es larga y los debates que suscita no están exentos de repercusión mediática ni social girando todo entorno a la gran pregunta: Entonces… ¿Deberes sí o deberes no?

Pues ni blanco ni negro, haciendo apología de la Grecia Aristotélica “En el término medio se halla la virtud”.

Si bien es verdad que los deberes diarios ayudan a crear hábitos de estudio, competencia, autonomía, autodisciplina y cultura de esfuerzo, no menos cierto es la carencia fundamental de los deberes tradicionales a la hora de despertar un espíritu crítico y creativo. De ahí que los deberes deban ir encaminados también a estos aspectos ya que estar apegados a un sistema tradicional de enseñanza no promueve el desarrollo integral del niño.

Aunque por un lado los deberes conectan a los padres con la educación de sus hijos, pues la familia debe implicarse en el aprendizaje junto con el colegio, en muchas ocasiones los deberes impiden conciliar la vida escolar y la laboral a la vez que terminan generando un importante estrés en el ámbito doméstico.

Psicólogo Valladolid Los deberes refuerzan y contextualizan lo aprendido en el aula pero en ocasiones no lo hacen de la manera correcta ya que el aprendizaje puramente memorístico (alejado de la cultura audiovisual en la que se desenvuelven niños y adolescentes) no es realmente aprendizaje al no ayudar a razonar ni a integrar los conocimientos a medio/largo plazo que es de lo que realmente se trata: generar conocimientos duraderos en el alumno. De ahí que sea importante la incorporación de un aprendizaje de competencias (aplicando los conocimientos a la vida práctica), algo que confronta el sistema tradicional de enseñanza basado en el libro de texto y supeditado al mismo.

En España se tiene la creencia de que cuantas más horas se dediquen a los deberes mejor, pero no es cuestión de cantidad sino de calidad, de hecho, un informe PISA (Programmefor International Student Assessment) establece cómo los países donde se mandan menos deberes a casa y estos son de carácter más aplicado tienen mejores resultados académicos.

Los deberes, en cualquier caso, deberían ser graduados de tal forma que, en primaria, entre los 6 y los 8 años la duración óptima de trabajo fuera del colegio sea de 10 minutos, entre los 8 y los 10 años sea de 20 minutos, entre los 10 y los 12 años sea de 30 minutos. En la adolescencia debería incrementarse el tiempo destinado siempre y cuando los deberes no pierdan la finalidad constructiva y productiva que deberían tener.

También las familias promueven el mito en nuestro país acerca de que “los deberes siempre son buenos” al existir la falsa creencia de que el mejor colegio es el que más exige y más deberes pone así como el que imparte inexorablemente toda la materia curricular… ¡falso!. El mejor colegio es el que mejor enseña y el que mejor forma. Nuevamente, calidad frente a cantidad, ya que el conocimiento teórico es solo una parte (importante pero, una parte) de la educación de la persona.

También es importante reseñar que los deberes pueden ser fuente de discriminación ya que los alumnos procedentes de familias con un bajo nivel socio-cultural tienen tres veces más posibilidades de repetir curso puesto que no cuentan con el apoyo de sus padres. No se trata de una cuestión de voluntad sino de falta de preparación para responder a dudas, orientar en la búsqueda de información o financiar una academia particular provocando de este modo que el entorno familiar condicione el resultado de aprendizaje del alumno cuando se da un peso elevado a las tareas llevadas a cabo fuera del centro lectivo. La igualdad de oportunidades educativas no pasa solo por garantizar el acceso al centro sino por tener en cuenta que las circunstancias socio-económicas y socio-culturales no tiñan los resultados académicos convirtiéndose en un hándicap y en un principio de discriminación.

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