Psicólogo en Valladolid

Intervenciones en medios de comunicación




¿CÓMO NOS AFECTAN LAS REDES SOCIALES?

Entrevista a Inés González Carballo, Psicóloga Clínica, para Radio Televisión Castilla y León (RTVCyL) en el programa 'Vamos a Ver', magazine de tarde en directo.

Inés González Carballo, Directora del Gabinete de Psicología I.G.C., analiza los la influencia que ejercen en nosotros las redes sociales.


1. ¿CÓMO HAN CAMBIADO LAS REDES SOCIALES NUESTRA MANERA DE RELACIONARNOS?

La han cambiado totalmente. Las redes sociales se han convertido en un escaparate público de información privada, siguiendo la premisa “si no exhibes no existes”. Nuestra vida queda “subida” y es aireada de manera pública de tal forma que somos lo que subimos, creándonos de esta manera una dependencia hacia nuestros amigos, seguidores, etc. por mantener activas nuestras cuentas.

Antes vs. Ahora. Antes la información personal se compartía cara a cara y con un número de personas reducido que formaban parte de nuestro círculo íntimo de confianza. Ahora la información se comparte de manera fría (sin contacto personal) y de forma masificada (a un gran número de personas a través de las redes sociales).

Límites más borrosos entre amigos y conocidos. Tanto exceso de información personal en redes sociales hace que no haya apenas distinción entre amigos reales y virtuales ya que ambos son igualmente conocedores de nuestra vida. Los amigos ya no se sienten en el privilegio de saber más de nosotros que los demás y, por lo tanto, eso influye en el deterioro de las relaciones personales con el tiempo.


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2. ¿POR QUÉ ENGANCHAN TANTO Y PUEDEN LLEGAR A SER TAN ADICTIVAS?

Son muchos los motivos que las llevan a tener una efecto de enganche tan potente, entre ellos los siguientes:

Eliminan temporalmente nuestro sentimiento de soledad. Sentimos que estamos en contacto con otras personas solo por leer estados, comentar sus fotos o publicar las nuestras. Eso nos hace sentir “conectados, incluidos y validados” pero solo a corto plazo ya que es un efecto engañoso. La realidad siempre se impone: los sentimientos que necesitamos cubrir no se alimentan a base de likes o retweets. Por lo tanto, aunque ese sentimiento de soledad es calmado esto solo ocurre a muy corto plazo (de ahí también que en personas enganchadas el número de conexiones al día sea muy frecuente). Cuando analizamos efectos a medio y largo plazo la realidad que nos encontramos es que pagamos un coste muy alto pues se termina generando todo lo contrario a lo buscado: sentirse solo y aislado.

Son una manera de evadirse y no pensar. Escapar de nuestros problemas, meternos en un mundo creado por nosotros en el que se muestra solo lo que quiere y lo que no se quiere mostrar se da al botón de “borrar” o “suprimir” (o aún más fácil, directamente ni se publica). Como otras adicciones, esto hace que desviemos la atención de asuntos mucho más importantes y centremos las preocupaciones en banalidades sociales.

Bombardeo de mensajes inspiracionales. Las redes y los contenidos a los que estamos suscritos en ellas, nos muestran cómo deberíamos ser, vestir, hacer, pensar… fortaleciendo en nosotros modelos falsos de felicidad.

Las redes sociales nos permiten mostrar al mundo nuestro “yo ideal”, publicando lo que queremos para ser reconocidos o aceptados y haciendo creer a nuestros amigos o seguidores que somos así: siempre alegres, divertidos, ocurrentes, atractivos, sexys en cualquier momento, con una sonrisa constante, en la mejor compañía, con el último modelito, en el sitio más cool, y, por supuesto, felices…¡es decir, perfectos! Ese “yo ideal” que queremos, o mejor dicho necesitamos, vender tiene un precio muy alto: el precio de no ser nosotros mismos, el precio de tener que aparentar ser la imagen que queremos proyectar y el precio de no dejarnos conocer de verdad. Es un auto-rechazo y una negación de nuestra persona que nos hace cada vez más inaccesibles y nos separa de lo que somos. La realidad es que a veces estamos tristes, en ocasiones cansados, no siempre de buen humor, también con ropa “corriente”, con preocupaciones cotidianas, etc.)


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3. ¿POR QUÉ NOS COMPARAMOS TANTO?

Compararse es algo natural, forma parte de la construcción de nuestra autoestima. Como nuestros juicios de valor son subjetivos, buscamos en los demás la objetividad que no encontramos en nosotros mismos y, para ello, establecemos comparaciones internas en las que llegamos a conclusiones sobre qué es lo normal, qué está por encima de la media y qué está por debajo.

La teoría de comparación social apareció como concepto a mitad de los años 50, mucho antes de que existiera internet. La premisa básica de esta teoría, como hemos adelantado, es que la gente tiene el hábito de compararse con otras personas y pretenden obtener información sobre sí mismos a partir de esa comparación.

Hay dos maneras de compararse:

Comparación hacia abajo. Nos comparamos con personas que consideramos peor que nosotros, sea en el plano que sea. Este tipo de comparación hace que salgamos reforzados y nos sube la autoestima.

Comparación hacia arriba. Nos comparamos con personas que consideramos mejor que nosotros, sea en el plano que sea. Este tipo de comparación hace que salgamos dañados y nos baja nuestra autoestima.

Ambas comparaciones son naturales en las personas y equilibran nuestra autoestima porque tienden a compensarse. El problema de las redes sociales es que prácticamente solo permiten establecer comparaciones “hacia arriba” y eso resulta dañino para la autoestima a medio-largo plazo. Cuando publicamos una fotografía la intención es que los demás nos vean fenomenal, en raras ocasiones haremos públicas imágenes en las que salgamos mal o no estemos favorecidos. Esto hace parecer que tenemos vidas perfectas, que todo lo que nos rodea es bueno y que, por supuesto, nos queremos mucho. Lo curioso es que, a pesar de no ser siempre así, uno mismo también contribuye a generar esa sensación en los demás con sus propias publicaciones, alimentando entre todos un bucle irreal de vidas perfectas en el que somos tanto víctimas como verdugos de la propia red social.


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4. ¿CÓMO NOS PUEDE LLEGAR A AFECTAR EL USO DE LAS REDES SOCIALES?

Interferencia en nuestra vida real. Cuando las redes sociales restan demasiado tiempo de otras cosas o modifican planes. Por ejemplo: si al levantase lo primero que se hace es mirar el teléfono esperando encontrar mensajes o notificaciones; si al estar con otras personas se sigue pendiente del móvil; si las interacciones cara a cara con alguna persona cambian fruto de su comportamiento contigo en redes sociales, etc.

Sentirse mal después de estar conectados. Pueden aparecer sentimientos de vacío, tristeza, rabia o envidia. Nos olvidamos que lo que estamos viendo publicado es solo un pequeño detalle de la vida de alguien que, en la mayoría de las ocasiones, suele estar edulcorado y embellecido.

Utilizar la información con otros fines (espiar, controlar). Este es el caso de exparejas o situaciones de celos, donde las heridas emocionales no cicatrizan porque se sigue teniendo información de la vida de esa persona.

Confundir la vida real con la virtual. Puede llevar a creer que los cientos de contactos son realmente amigos, o al revés, que por tener pocos contactos no se es suficientemente valioso o importante para los demás. También a creer que otras personas son más felices que uno mismo (conclusión sacada en base a sus publicaciones), etc.

Restar tiempo a nuestra vida real (¡la de verdad!). Alimentar publicaciones, fotos, estados y vídeos en vez de alimentar experiencias, planes, conocimientos y sensaciones. La “felicidad” por así llamar a ese estado de tranquilidad y satisfacción interior solo se encuentra desde la autenticidad de uno mismo, desde la calma y desde la no necesidad de demostrar, aparentar o parecer. La emoción o exaltación (que no felicidad) que puede dar la valoración a través de una red social es efímera y pasajera, no cala en la persona largo tiempo.


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5. ¿QUÉ HACER?

Sé realista. Nadie tiene una vida perfecta por mucho que en su red social aparente serlo.

Ten presente: a veces, quien más publica es quien más aprobación necesita. Cuando alguien se siente bien con su vida no tiene la necesidad de contar a cada momento lo que hace ni de estar pendiente de aparentar ni hacer ver. Se dedica, simplemente, a disfrutar y sentir.

No te compares ni midas tu éxito a través de los demás. Los demás solo te están permitiendo ver lo que ellos quieren que veas. Las redes sociales sólo muestran lo que las personas deciden mostrar a través de un filtro que aparenta ser maravilloso, por lo tanto, es injusto para uno mismo juzgarse por una información externa, dulcificada e incompleta. Es más adecuado compararse con uno mismo, retarse y superarse de “dentro a dentro” en vez de hacerlo de “dentro a fuera”.

Buscar la seguridad en ti mismo. Apostar por trabajar y mejorar nuestra seguridad personal, es decir, lo interno (estable) en vez de depender de la aceptación de los demás, es decir, lo externo (cambiante, frágil).

Date un respiro de redes sociales. Si te afectan demasiado plantéate pasar unos días, al menos una semana, sin conectarte.


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