DESINTOXICACIÓN DIGITAL EN VACACIONES
Intervención de Inés González Carballo, Psicóloga Clínica, para Informativos Cuatro.
Inés González Carballo, Directora del Gabinete de Psicología I.G.C., analiza los aspectos psicológicos de la adicción al móvil en vacaciones.
DESINOXICACIÓN DIGITAL EN VACACIONES
No es novedad afirmar que el uso abusivo que se hace de los dispositivos móviles genera estados de dependencia similares a los producidos por el consumo de sustancias.
La cuestión que plantea el periodo estival respecto al consumo tecnológico hace alusión a la conveniencia de disminuir el uso de los Smartphones a fin de lograr una cierta “desintoxicación digital”, al menos, durante esta etapa. Sin embargo, lo adecuado no suele ser lo habitual ya que, en verano, suele duplicarse (e incluso triplicarse) el uso del móvil con fines lúdicos (especialmente aquellos relacionados con publicación en redes sociales sobre los viajes y vacaciones).
Diferentes investigaciones llevadas a cabo, algunas de ellas recientemente desde la Universidad Tecnológica de Auckland, Australia, han confirmado cómo el turismo libre de dispositivos digitales (aquel que implica perder el acceso al móvil, tablet, ordenador, portátil, RRSS y herramientas de navegación como GPS o Google Maps entre otros) genera estados de ansiedad inicial en la mayoría de las personas con picos de angustia y de vacío similares a estados de abstinencia debido a la dependencia. Sin embargo, en la mayoría de los casos, tras un tiempo de acomodación, las personas consiguen “liberarse” de esa ansiedad inicial y pueden reconectarse a su mundo real, aumentando la capacidad de disfrutar de la compañía, de la naturaleza y todos aquellos placeres vinculados a las vacaciones. Esto lo consiguen sin mediación de lo tecnológico, lo cual conlleva implícitamente un sentimiento de libertad olvidado.
Desde esta investigación también se pudo comprobar que los destinos vacacionales urbanos generan más necesidad de seguir conectados a los dispositivos móviles que los destinos vacacionales rurales o naturales (por la asociación previa, contingencia del contexto y ritmo de vida más rápido). También se constató cómo, a nivel laboral, los trabajadores que no utilizaban el móvil con fines laborales durante sus semanas de vacaciones, se incorporan mejor, son más productivos y están más motivados a su vuelta que lo que sí lo hacen.
En el mundo actual hay en exceso de información, sobreinformación, que intoxica mentalmente. No se puede negar que la tecnología es estupenda, nos ha permitido y nos va a seguir permitiendo grandes avances, pero no se puede vivir a través de la tecnología pues lo real se encuentra fuera de ella, es decir, dentro de uno mismo. Un sí a vivir con la tecnología pero no a través de la tecnología. Sin embargo, el gran problema vinculado a este consumo abusivo del mundo digital viene de la mano de su alarmante generalización, de tal forma que llega a normalizarse algo que comienza a entrar dentro de la esfera de lo patológico, por lo que se podría hablar de “trastorno social”. Pero que una sociedad entera tenga comportamientos dañinos y adictivos no resta gravedad a estos, sino todo lo contrario. La cuestión aquí radica en que si algo se convierte en un comportamiento “normativo” deja de verse insano pues se apela a un criterio de generalización (“lo que todo el mundo hace no debe estar mal”, algo que no es así).
El 25% de la población se considera adicta al móvil (unos 7,6 millones) y este porcentaje hace alusión únicamente a las personas que sí son conscientes de su dependencia. Sin embargo, hay porcentajes aún mayores de personas que no son conscientes de ello pues lo justifican mirando a su alrededor (y encontrándose lo mismo en las personas de su entorno). Un porcentaje cercano al 90% reconoce mirar el teléfono como la primera y la última cosa que hacen cada día.
La “nomofobia”, del inglés: “no-mobile-phone-phobia” (o fobia a quedarse sin móvil) es la nueva adicción del S.XXI. Se trata de un trastorno fóbico y, por tanto, de un miedo irracional a estar sin móvil, a salir de casa sin él o a estar temporalmente inutilizado por falta de conexión o de batería. La mayoría de las personas no son conscientes de este problema y suelen darse cuenta en el transcurso de la terapia cuando han acudido para tratar otros aspectos asociados o no (ansiedad, celos, baja autoestima, etc.).
Continuando con los porcentajes (algo que permite poner en cifras y hacer tangible una realidad no siempre descubierta)es importante resaltar que el tanto por ciento de personas que pasan más tiempo con su Smartphone que con sus seres queridos (familia, pareja, amigos, hijos, etc.) ya supera el 40% y otro dato ciertamente alarmante es que en un porcentaje superior al 35% de las rupturas de pareja está presente la tecnología (principalmente algún tema vinculado con el móvil como el tiempo que se le dedica, los amigos o likes recibidos, el control de las horas de conexión y estados o las relaciones virtuales que se tienen a través de él).
La adicción a la tecnología no depende de la tecnología misma sino del uso que se hace de ella. En muchas ocasiones los avances tecnológicos llegan más rápido que la capacidad de la sociedad para asimilarlos adecuadamente. Es por eso que se hace completamente necesario invertir en educación digital.
Que una persona desarrolle esta problemática dependerá de muchos factores como de cómo de rica o vacía que sea su vida, de su nivel de autoestima, de su grado de realización, de la calidad de sus relaciones sociales, de su necesidad o no de aprobación, de su se siente querido/a, de sus patrones de apego, de sus experiencias afectivas tempranas, etc. no podemos olvidar que la híper-conexión digital conlleva la creación de automatismos y el cerebro aprende a reproducir dichos comportamientos repetitivos y a necesitar hacerlos cada vez más, de tal manera que la consulta constante del teléfono aumenta su grado de dependencia así como adicción, estrés o depresión entre otros. Cuando ciertos factores predisponentes se encuentran presentes en la persona, aumentan las probabilidades de desarrollar esta patología ya que cumple la función de calmar un vacío, ansiedad o angustia interna no reconocida (y, por tanto, una ansiedad interna no tratada).
Otra cuestión fundamental es que a día de hoy todo se hace a través del móvil: relaciones sociales, compras, pago de facturas y consultan bancarias, consumo de entretenimiento, acceso a la información, etc. lo cual no facilita la reducción del uso tecnológico de los Smartphones sino todo lo contrario pues llegan a ser elementos donde la persona tiene depositada toda su vida. Esto les hace más adictivos y aumenta la sensación subjetiva de ser más necesarios (incluso de justificar que son necesarios).
Aunque la clave nunca está en pautas aisladas sino en la comprensión de por qué se cae en esta adicción (factores previamente expuestos), puede resultar conveniente intentar implementar ciertos “tips” como los siguientes para controlar el uso excesivo y tomar conciencia personal del grado de dependencia al móvil:
• Limitar el horario fijándose plazos temporales de conexión y de no conexión. Las franjas del día en las que no se haya fijado el acceso al móvil este deberá estar en modo avión o, al menos, silenciado.
• Desactivar las notificaciones emergentes permitiendo que estas solo sean accesibles al entrar en la propia aplicación. Esto evita tentaciones innecesarias ya que ver una notificación y no consultarla resulta más difícil.
• Proponerse un día a la semana de ayuno tecnológico. Para ello será importante tener planes de disfrute libres de móviles o donde estos tengan difícil acceso o conexión (naturaleza, por ejemplo).
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