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AFRONTAR LA PÉRDIDA DE ALGUIEN: PROCESO DE DUELO

Entrevista a Inés González Carballo, Psicóloga Clínica, para Radio Televisión Castilla y León (RTVCyL) en el programa 'Vamos a Ver', magazine de tarde en directo.

Inés González Carballo, Directora del Gabinete de Psicología I.G.C., analiza cómo afrontar un proceso de duelo.


1. ¿QUÉ ES EL DUELO Y QUÉ TIPOS DE DUELO EXISTEN?

El proceso de duelo es la etapa posterior a una pérdida importante. Normalmente entendemos por duelo la elaboración de la pérdida de un ser querido pero se puede atravesar por un proceso de duelo ante una separación de pareja o ante cualquier otra pérdida significativa para la persona. Por ejemplo se habla de “duelos evolutivos” cuando nos referimos a las pérdidas que implican el paso de una edad a otra o de “duelos sociales” cuando implican la pérdida de un empleo, la ruptura con un círculo de amigos, etc. Por lo tanto, el duelo es un proceso natural y sano cuya finalidad es reconfortarnos, permitir que aceptemos la pérdida y encontrar formas de superarla.

Tipos de duelo:

• Duelo anticipado. Cuando se anticipa la pérdida. Aquí el dolor puede ser más intenso antes y durante que después.

• Duelo ausente. Opera el mecanismo de negación. La persona bloquea sus sentimientos porque el impacto es tan fuerte que no está preparada para afrontarlo. El problema es que el dolor termina apareciendo de otras formas.

• Duelo retardado. Aunque en un principio la persona pretenda ignorar su dolor emerge pasado un tiempo.

• Duelo inhibido. Cuando hay dificultad para expresar sentimientos se traduce en obsesiones, depresión, ansiedad...

• Duelo desautorizado. Rechazo del entorno desde los primeros momentos hacia el dolor que se experimenta.

• Duelo crónico. Cuando no se logra elaborar la pérdida, sería sinónimo del duelo patológico (diagnosticado).


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2. ¿AFECTAN TODAS LAS PÉRDIDAS DE LA MISMA MANERA?

NO. Un no rotundo y contundente. Cada pérdida produce un daño idiosincrático en la persona.

Entender el tipo de carencia emocional que la pérdida ha dejado en uno mismo resulta fundamental para llegar a valorar el daño que ha supuesto realmente. En ocasiones, parte del auto-concepto (autoestima, seguridad, identidad, etc.) se sostenía en el pilar de la persona fallecida (pareja, madre, padre, amigo, etc.) por lo que la pérdida aquí es doble, por un lado la pérdida del fallecido y por otro lado la propia pérdida (algo en uno mismo que se ha ido irreparablemente con la otra persona). Por eso, cuando hablamos de duelo hablamos de pérdida y cuando hablamos de pérdida hablamos de ausencia dentro y ausencia fuera.

El duelo le obliga al sujeto afectado a plantearse también su propia muerte y a rehacer su vida desde una perspectiva distinta. Plantearse el dilema de “cómo es morir, qué pasa después, hay algo o se acaba todo definitivamente”, supone un reto angustiante que, muchas veces se salva con una solución de compromiso (posponer esos pensamientos encontrándoles innecesarios y remotos o creer en algo solo por necesidad sin verdadera convicción).

El “duelo incompleto”, entendiendo por duelo incompleto todo aquel duelo que no ha llegado a alcanzar la catarsis del dolor (es decir, su manifestación consciente), puede dejar una tristeza reprimida capaz de crear daños emocionales irreparables en la persona, especialmente cuando esto sucede en etapas de la infancia y adolescencia. Repetimos que aquí duelo no tiene por qué ser la pérdida de un ser querido. De hecho, para niños y adolescentes, las pérdidas menos reconocidas pero las más dolorosas hacen alusión a la falta de cariño, de cuidados o de atención. Estos duelos incompletos son causantes de un mayor grado de afectación ante duelos futuros por lo que la importancia radica en cómo se viven las pérdidas más que las pérdidas en sí mismas y cómo somos capaces de integrar lo que estamos perdiendo en base a cómo integramos lo que ya hemos perdido.


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3. ¿HASTA CUÁNDO ES NORMAL ESTAR MAL?

Todas las pérdidas necesitan ser elaboradas mediante un proceso de duelo. Resulta difícil poner plazos ya que hay diferentes variables que intermedian y modulan la distinta duración de esta vivencia en cada persona, sin embargo, podemos decir que la duración media del proceso oscila entre los 6 meses y los 2 años, aproximadamente, aunque se suele determinar que una persona se encuentra completamente recuperada de la pérdida a los 3 años.

En ocasiones el duelo está mal resuelto o se vuelve complicado, es lo que se denomina “duelo patológico”. Las principales manifestaciones de un duelo patológico son cuando se dan periodos de extrema tristeza, cuando han pasado muchos meses y estamos en las primeras etapas, cuando hay ideaciones suicidas, cuando se tiene reacciones emocionales exageradas para el estímulo que las provoca, cuando no se acaba de recuperar una dinámica normal de vida y/o trabajo cuando aparecen pensamientos recurrentes de culpa entre otros.

Entre los factores que predisponen el desarrollo de un duelo patológico destacaríamos los siguientes:

Grado de relación con la persona fallecida. Hay muertes (como la pérdida de un hijo o el fallecimiento de una pareja a una edad joven) que son antinaturales y no se está preparado evolutivamente para asumirlas.

Circunstancias del fallecimiento (muerte natural, enfermedad crónica, accidente trágico, atentado terrorista, desastre natural, asesinato, suicidio, etc.) A mayor impacto y menor previsibilidad, mayor daño en el entorno.

Sentimientos pendientes. Si la relación que se mantenía con la persona fallecida era complicada o ambivalente puede aparecer culpa patológica por lo que se dijo/no se dijo o se hizo/se dejó de hacer antes de la pérdida.

Duelos pasados. Las pérdidas anteriores no superadas a nivel emocional provocan un sumativo de tristeza y desesperanza, lo que genera mayor dificultad a la hora de resolver el duelo actual si hay duelos pendientes.


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4. ETAPAS DEL DUELO

Las fases principales por las que atraviesa una persona que está elaborando un duelo son las siguientes (esto no quiere decir que las cinco fases tengan una duración proporcional ni que se manifiesten todas de forma consciente en la persona):

Negación: en un primer momento no aceptamos la pérdida, no nos lo creemos, no encajamos la noticia.

Ira: sustituimos la incredulidad por el resentimiento, la rabia. Aparecen los por qué, se carga contra los sanitarios, contra quien provocó el accidente, contra el familiar que no estuvo presente… Esta ira es una fase normal y no se debe tener en cuenta como algo personal.

Negociación: intentamos buscar una salida al hecho a través del pacto, de la negociación, con nosotros mismos para entender lo ocurrido (gestionar la culpa sentida, hacer frente a los “¿y si…?”).

Depresión y tristeza: nos invade la tristeza y el sentimiento de soledad. El apoyo de los más cercanos es completamente necesario, y es un periodo preparatorio para la última etapa.

Aceptación: hemos llegado al final del camino. Llevamos un tiempo sin la persona, han surgido nuevos planes, proyectos, actividades… Le recordamos con añoranza, pero ya miramos la vida de otra forma.


5. PAUTAS PARA AFRONTARLO

Hombres vs. Mujeres. Hay diferencias entre géneros a la hora de afrontar una pérdida, la tristeza en general. Mientras que los hombres son más activos y buscan distracciones/ocupaciones, las mujeres tienden a ser más expresivas y a compartir lo que sienten. Ambos afrontamientos son útiles pero el afrontamiento ideal reuniría una mezcla de los dos ya que a veces por sí mismos no son suficientes.

Expresar el dolor de manera libre. Muchas veces hay una censura del sufrimiento y se evita exteriorizar ese dolor, ya sea por uno mismo (que no se permite estar mal), por la familia (se pretende evitar tanto que le vean mal como generar otra preocupación) o por la sociedad (se penaliza la tristeza, su expresión debe ser corta, si no se tiende a excluir a la persona o se la estigmatiza como “débil”).

Respetar la manera particular de llevar el duelo. Cada uno debe expresar el dolor de una manera (a su manera), pasará de unas fases a otras en distintos momentos y la duración de las mismas será diferente entre personas.

Psicólogo ValladolidTiempo para asumir la pérdida. Necesitamos darnos tiempos diferentes para hacernos a la idea de la ausencia, aceptar y reelaborar la pérdida.

Red de apoyo social. Familia, amigos o personas cercanas, que nos ayuden a pasar estas etapas, que estén a nuestro lado en momentos de tristeza, o simplemente que nos escuchen sin presionar ni exigir estar bien.

Tener datos de cómo ha ocurrido. Si la persona quiere saber, no hay porqué negarle esa información con el fin de protegerle (sobreprotegerle) ya que puede necesitar esos datos para integrar y asumir la pérdida. Lo que sí resulta importante es adecuar y modular los datos facilitados a la edad de la persona.

Hay que recordar a la persona. Olvidar no facilita seguir adelante. Formó parte de nuestras vidas y deberá seguir siéndolo en nuestros recuerdos, aunque asumiendo la pérdida y aceptando continuar el camino. Para ello es bueno acudir a ritos y celebraciones relacionadas con su muerte y con su memoria.

Hay que asumir que se debe seguir viviendo. La vida no cesa porque se muera un ser querido. Hasta que volvamos a sentir deseo de vivir hay que recordar que a nuestro alrededor hay personas que nos quieren “vivos” y nos necesitan a su lado. Para ello nos ayuda tener horarios, marcar rutinas, crear hábitos y mantener costumbres. Todo esto nos devuelve a la realidad progresivamente y nos conecta de nuevo con nuestra vida.

Expresiones artísticas (escribir, bailar, componer, pintar, en definitiva: crear). Ayuda tanto a sacar el dolor como a darle forma de manera constructiva e inspiradora. En muchas ocasiones, se expresa con el cuerpo o con nuestro arte lo que no sabemos o no estamos preparados para poner y compartir con palabras.

No autoanalizarse ni auto-medicarse.

No tomar decisiones importantes. Las decisiones que se tomen pueden estar condicionadas fuertemente por el estado de tristeza, desesperanza o rabia. Siempre que se pueda es adecuado posponer la toma de decisiones clave para impedir equivocarnos al dejarnos llevar por un impulso temporal.


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